Los desórdenes alimenticios se ligan a prácticas inadecuadas de alimentación transmitidas de padres a hijos. Muchas veces el forzar a los hijos a comer cuando éstos ya están satisfechos es una forma que dificulta que reconozcan la diferencia entre antojo y hambre.

Esto porque la sensación de estar satisfecho es controlada por el sistema nervioso central, se calcula que esa señal tarda en ser asimilada unos 20 minutos después de ser enviada por vez primera, en ese periodo la persona puede seguir comiendo más allá de sentirse satisfecha. Promover adecuados hábitos de alimentación es un factor que protege de desarrollar otros desordenes como lo son las adicciones.