Para la persona con alcoholismo o adicción parte de su enfermedad está en su forma de pensar. Los pensamientos pueden generar estados emocionales que promuevan una recaída. Por ejemplo:

“Una o dos bebidas/consumos podrían mejorar o hacer más tolerable esta difícil situación”. En la recuperación se enseña a sustituir estas ideas erróneas, mostrando las consecuencias reales: “El consumo hará peor la situación y no solucionaré nada”.

Poco a poco se promueve una forma diferente de pensar y proteger, ante todo, la abstinencia de la persona en recuperación.