La violencia y agresividad en la familia es el resultado de un enojo “escalado” que no fue detenido o manejado a tiempo. Se vuelve una forma de interacción, en donde las relaciones se desgastan al grado de perder los valores y el respeto entre los miembros.

Nunca es justificable la agresividad sin embargo, podemos prevenir el “perder el control” si podemos detectar a tiempo cuando sentimos enojo o cuando alguna situación nos está desesperando. De esta forma saludablemente podemos poner distancia y respirar para que el enojo mal manejado no se convierta en agresividad y violencia.