Hoy por hoy cualquiera podría afirmar que ante una experiencia las personas cambiamos, que vivir en un medio ambiente determinado altera nuestra conducta, porque es relativamente fácil observar que nuestro cerebro responde a los estímulos externos; comprender cómo la memoria se lleva a cabo dentro de nuestro cerebro y cómo procesamos la información para que podamos aprender, por el contrario, no es una tarea sencilla. De estos y otros temas se ocupa la neurociencia, y aunque la compleja red de interacciones neuronales puede ser dividida con fines didácticos, a la hora de entender el proceso por el cual aprendemos hemos de hablar de percepción, acción, pensamiento y planificación de conductas. Menciona Carlson ( ) que las experiencias modifican nuestro sistema nervioso, cambian su estructura, alteran los circuitos neuronales que “participan en percibir, actuar, pensar y planificar” ( ).

Desde que la humanidad tuvo necesidad de alimentarse, de protegerse del medio, de reunirse en grupos en la prehistoria, fue desarrollando la capacidad de aprender. En investigaciones de diversa índole se ha podido registrar que la dopamina aumenta en respuesta a las recompensas naturales, es decir, ante la comida, ante la actividad sexual, ante actividades que gratifican y/o dan placer, como jugar, reír, danzar, disfrutar una sensación y disfrutar una expresión artística, entre otras.

En el cerebro se da entonces un circuito dopaminérgico que ante un estímulo el sujeto registra que le beneficia o le ofrece un provecho de tal forma que aprende a reconocerlo y asociarlo, lo cual reforzará, a su vez, que se repita la experiencia porque recordará que el efecto fue placentero. Lograr esto es lograr el aprendizaje desde el más común hasta el más complejo, en el cual intervienen miles de sinapsis donde algunas se relacionan con respuestas automáticas y, otras, con conductas aprendidas. En el medio académico la respuesta por asociación con el estímulo se llama condicionamiento instrumental (u operante), si las consecuencias son favorables se considera que el estímulo es reforzante, si las consecuencias son desfavorables el estímulo es punitivo, o simplemente, se le llama castigo o estímulo aversivo. Ante un refuerzo el sujeto repetirá más frecuentemente la experiencia por su efecto placentero, es decir, estimulará la transmisión de mensajes realizados con dopamina. Ante un refuerzo punitivo el sujeto abandonará la experiencia por el displacer que le provoca.

El aprendizaje, la memoria, la emoción y la motivación forman parte del circuito de recompensa activado por los mensajes transmitidos con dopamina; una secuencia que cambia la estructura, por ello, como se afirmaba antes las experiencias modifican nuestro sistema nervioso y, por lo tanto, nuestra conducta.

 

Referencias

 

(6) (7) Boundless. “Serotonin” Boundless Psychology. Boundless, 26 May. 2016. Disponible en: https:// https://www.boundless.com/search/?q=serotonin y en https://www.boundless.com/physiology/textbooks/boundless-anatomy-and-physiology-textbook/overview-of-the-nervous-system-11/neurophysiology-113/types-of-neurotransmitters-by-function-619-3349/

(8) Cruz, S., (2006) El cerebro y el consumo de drogas. México: Cinvestav abril-junio. Disponible en: http://www.cinvestav.mx/Portals/0/SiteDocs/Sec_Difusion/Revista

Cinvestav/abril-junio2006/cerebro.pdf