La agresividad y violencia es un factor de riesgo íntimamente relacionado con el consumo de sustancias que se relacionan también con conductas delictivas. Distintos estudios muestran que la agresividad física en la infancia y adolescencia puede promover el uso y abuso de sustancias. Cuando la conducta agresiva se convierte en una forma habitual de comportamiento, puede irse configurando un estilo de personalidad que derive en un trastorno antisocial de la personalidad, en el que el consumo de sustancias es frecuente. El adolescente necesita tener límites claros en cuanto a su conducta y recibir las consecuencias cuando rebasa esos límites. Esto ayudará a darle estructura para su desarrollo.