En nuestros días de bebedores no existía para nosotros otro sentido del humor que aquél que escuchábamos en las tabernas. Es cierto que nos tomábamos a nosotros mismos y a nuestros insignificantes asuntos mucho muy en serio. En AA, cuando logramos la sobriedad mental, no sólo adquirimos un buen sentido del humor, sino que hasta somos capaces de reírnos de nosotros mismos y de las críticas de los demás.