El consumo incontrolable de alcohol empezó a considerarse como una enfermedad desde principios del siglo XIX, pero formalmente fue reconocido como tal por la Organización Mundial de la Salud (OMS), hasta 1953. Enfermedad que es crónica y recurrente, con efectos en el cerebro, y con un factor importante en la genética y en los estados emocionales, de quien la padece.