“Me preguntaba a mí mismo: «¿Por qué no pueden los Doce Pasos liberarme de esta depresión insoportable?» Hora tras hora, volvía a fijar la mirada en la Oración de San Francisco: «Es mejor consolar que ser consolado». De repente, me di cuenta de lo que podría ser la respuesta. Mi defecto básico siempre ha sido depender de otra gente o de las circunstancias, contando con que me dieran el prestigio, la seguridad y la confianza. No pudiendo obtener estas cosas a la altura de mis sueños y exigencias perfeccionistas, luchaba por ellos. Y cuando vino la derrota, vino la depresión. Reforzado por la gracia que pudiera encontrar en la oración, tenía que aprovechar hasta lo posible mi voluntad y poder de acción para cortar estas equivocadas dependencias emocionales de otra gente y las circunstancias”. Tal como lo ve Bill, Alcohólicos Anónimos