“Dra., ¿cómo le hago para que mi hijo no sea grosero conmigo?” Es una constante como pregunta que me hacen los padres respecto a sus hijos que están comportándose de forma poco respetuosa e irresponsable en la interrelación familiar. La respuesta es: “Sra., ponga límites”. Les explico en lo que consiste, y generalmente cuando me comentan lo que aconteció después de haberlo hecho me dicen: “¡Ya le puse límites a mi hijo, le dije que si me vuelve a gritar así lo voy a castigar tres meses sin salir!” Cuando me dan este ejemplo, es cuando me doy cuenta que no me ha sido posible explicar de forma eficaz que poner límites no es amenazar.