Vivir con miedo, con miedo al futuro, sentir que las personas y circunstancias están en nuestra contra. Sentir que la vida es demasiada abrumadora para afrontarla.

El miedo es una emoción natural que todos hemos sentido y experimentado, y cuya función radica en protegernos de situaciones amenazantes o peligrosas. Sin embargo ¿qué pasa cuando la emoción se convierte en un estado anímico constante?

Pueden aparecer trastornos de ansiedad que requieren un tratamiento psicoterapéutico y farmacológico especializado. O en una menor dimensión desgastar vitalmente a la persona como sucede con el consumidor en la adicción.

Este miedo constante se ha identificado como una de las principales características de los hogares con dependencia. Implica desarrollarse bajo una incertidumbre sobre el estado de ánimo de los padres de familia, la economía, los problemas, si la persona con adicción llegará o no al hogar, etc.

Vivir de esta manera debilita a la persona, no es raro encontrar síntomas de depresión y ansiedad en los familiares que conviven en un ambiente de adicciones.

 

¿Cómo sanarlo?

Dicen que no existe nada para curar los miedos y temores, como la fe. Y no sólo implica creer desde la espiritualidad, se puede tener fe primero en uno mismo y en los demás.

Parte de la recuperación a través de un apoyo emocional tanto de la personas con adicción como para sus familiares supone restaurar la confianza y fe en uno mismo. Aumentar la autoestima y reconocer que se cuentan con las capacidades para resolver problemas o que éstas pueden ser aprendidas; brinda alivio a la persona al reconocer que el futuro no es tan amenazante.

De igual forma recibir apoyo de un grupo de ayuda mutua, ofrece confianza y seguridad para no sentirse solo y reconocer que otros pueden ayudarnos.

Si hoy reconoces que vives con miedo, que éste te desgasta día a día, no dudes en pedir ayuda, recuerda que no hay ningún malestar que no pueda mejorar o que no pueda ser solucionado.

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