“Sufríamos y pensábamos que estábamos «pagando los platos rotos» como penalidad necesaria por nuestras malas acciones. Ahora que sabemos que el alcoholismo no es una conducta inmoral, hemos encontrado que es necesario reajustar nuestras actitudes. Hemos aprendido que una de las personas con menor disposición para tratar al alcohólico como enfermo es, aunque nos parezca sorprendente, el propio alcohólico. Nuevamente, nuestros antiguos hábitos de pensamiento salen en nuestro perjuicio”. Viviendo sobrio, Alcohólicos Anónimos