Se ha descubierto que el consumo de cocaína afecta al sistema límbico en el cerebro; produciendo un aumento en la sensibilidad de las emociones negativas, efecto que persiste incluso cuando se ha abandonado el consumo. Esto explica la tendencia de los cocainómanos a la depresión y al estrés, así como la falta de control ante estados emocionales negativos, como el enfado o la frustración.

¡No podemos separar el daño físico de las drogas, del daño emocional que éstas producen!