Un picapedrero puede golpear una piedra noventa y nueve veces sin ningún efecto aparente, ni siquiera una grieta en la superficie. Pero con el centésimo golpe, la piedra se parte en dos. No fue el golpe final el que lo logró, sino todos los anteriores.

Puedo perseguir un objetivo por meses sin resultados concretos, convencerme de que estoy perdiendo el tiempo, pero si continúo esforzándome y soy paciente conmigo mismo, un día despertaré y me daré cuenta de que he cambiado gracias a la perseverancia.