La vergüenza es una emoción que todos como seres humanos hemos sentido, en especial cuando cometemos un error o nos equivocamos. Sin embargo la vergüenza en algunos ambientes familiares con adicción se vive más como un sentimiento en la persona, por lo que “es”, más allá de un sentimiento por lo que se “hace”.

A este tipo de vergüenza se le llama vergüenza tóxica; es una vergüenza que se caracteriza por una sensación en la persona de ser diferente, de sentirse inadecuado, defectuoso y por lo tanto creer que no merece o necesita hacer algo, para ser amado o pertenecer.

Esto no sucede sólo en las personas con adicción, sino en sus familiares. Algunas explicaciones teóricas afirman que este sentimiento también se origina al crecer en un contexto con adicción, y que se trasmite de generación en generación por patrones aprendidos de padres a hijos.

John Bradshaw, autor de varios libros de ayuda mutua entre los que se encuentra “Sanar la vergüenza que nos domina”, define a la vergüenza tóxica como heridas espirituales, es la falta de amarse incondicionalmente tal como Dios te ama.

Las adicciones, las codependencias y otros trastornos emocionales, enmascaran a la vergüenza tóxica, sin darse cuenta que con estos comportamientos, únicamente se aumentan el dolor, la culpa y la sensación de vergüenza.

¿Cómo combatirla?

Par combatir la vergüenza tóxica es necesario un proceso de autoconocimiento, Bradshaw la define como heridas espirituales, para curar éstas es necesario reconocer qué las provocó.

De igual forma la vergüenza tóxica se puede ir trabajando por medio de:

  •  Aprender a tener conductas de autocuidado, es decir, respetarse a uno mismo (alimentación, ejercicio, límites) siendo amable, y aceptándose. Esto incluye cambiar ideas erróneas de minusvalía que se tengan sobre sí mismo
  • Reconocer que no es necesario hacer algo para recibir amor y afecto. Puedes revisar tus relaciones afectivas y corroborar que la mayoría se han conformado desde la confianza y la aceptación de quien eres
  • Bradshaw describe que la creencia de un Poder Superior, alimenta el espíritu y la capacidad de sentirse amado incondicionalmente

La vergüenza tóxica puede ser sanada, pero nunca a través de una adicción o de otra persona. Implica un amor hacía uno mismo, poder quitarse la máscara de culpa e insuficiencia, para reconocer que uno es valioso por el simple hecho de ser y existir.

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